Crecí rodeado de personas que tenían que contar cada dólar y cada hora.

Un amigo cercano vivió esa realidad más intensamente que la mayoría. Sobrevivir era su estado predeterminado.

Años después, terminamos en el mismo rincón de la tecnología. Para entonces, él era conocido por ser imperturbable:

• Si un sistema fallaba, nunca entraba en pánico. Respiraba hondo, sonreía y decía: “Ninguna caída se compara con averiguar qué cenar de niño.”

• No minimizó los problemas. En su lugar, los contextualizó.

Esa es una habilidad que ganas.

Pero lo que me quedó fue su compostura. Fue lo que hizo una vez que la vida finalmente le dio un poco de espacio:

Pasó de sobrevivir a construir.

Nuevas habilidades.
Proyectos paralelos.
Todo con riesgo medido.

Se negó a dejar que la lucha se convirtiera en la historia.

Verlo me enseñó una lección a la que sigo volviendo.

A veces la vida se trata de prosperar.
A veces se trata de sobrevivir.

Sé peligroso cuando estés sobreviviendo.
Sé deliberado cuando estés prosperando.

Domina ambos.