¿El Salvador fingió compras de Bitcoin para engañar al FMI?

En 2021, El Salvador se convirtió en el primer país del mundo en adoptar Bitcoin como moneda de curso legal. El presidente Nayib Bukele afirmó que esta decisión ayudaría al país a liberarse de la dependencia del dólar estadounidense y reduciría los altos costos de enviar y recibir dinero.

El gobierno lanzó la billetera Chivo, instaló cajeros automáticos de Bitcoin, prometió una “Ciudad Bitcoin” libre de impuestos y planeó recaudar $1000 millones a través de “Bonos Volcán” para impulsar su agenda digital. Sin embargo, lo que más destacó fue la promesa del presidente de adquirir un Bitcoin diariamente a partir de noviembre de 2022, y durante más de dos años, su administración aseguró haberlo cumplido.

Además, el gobierno enfatizaba constantemente su compromiso con Bitcoin publicando actualizaciones sobre nuevas adquisiciones semanalmente en redes sociales. Utilizaban sitios como Nayib Tracker para exhibir las crecientes reservas del país y convencer a todos de que El Salvador no retrocedería.

Los círculos de Bitcoin elogiaban al país por enfrentarse a los sistemas financieros tradicionales y liderar el camino para otras naciones en desarrollo, mientras que los entusiastas de las criptomonedas calificaban su audacia como visionaria.

En realidad, El Salvador necesitaba dinero urgentemente. El país enfrentaba una deuda creciente, un déficit presupuestario en aumento y una presión cada vez mayor para reconstruir la confianza con los prestamistas internacionales. La situación financiera era más frágil de lo que parecía, por lo que el gobierno negoció discretamente un acuerdo de préstamo de $1400 millones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), aceptando cumplir con estrictas condiciones para obtener el apoyo necesario.

En julio de 2025, la revisión del FMI reveló que El Salvador no había adquirido nuevos Bitcoins desde febrero, apenas semanas después de finalizar el acuerdo. Esta sorprendente noticia planteó una gran interrogante: ¿El Salvador realmente creía en Bitcoin o simplemente estaba montando un espectáculo para obtener fondos del FMI?

Funcionarios contaron una historia al FMI y otra al público

El Salvador enfrentaba una creciente deuda y presión económica a finales de 2024. Su audaz experimento con Bitcoin captó titulares pero no logró atraer el amplio alivio económico que el gobierno esperaba. Aunque el turismo aumentó ligeramente y algunos influyentes de Bitcoin mostraron interés, problemas como déficits crecientes, desconfianza pública, proyectos estancados y una billetera Chivo defectuosa permanecieron sin resolver.

El gobierno no tuvo más opción que recurrir al FMI (una organización a la que alguna vez se resistió) en busca de ayuda, ya que necesitaba urgentemente asegurar financiamiento confiable.

Tras meses de negociaciones, El Salvador obtuvo un préstamo de $1400 millones a 40 meses del FMI en diciembre de 2024. El acuerdo buscaba estabilizar la economía y reconstruir la confianza con socios e inversionistas globales, pero también conllevaba estrictas condiciones.

El país acordó detener la compra de más Bitcoin, hacer su uso opcional en lugar de obligatorio, limitar el control gubernamental de la billetera Chivo y aumentar la transparencia en todas las actividades criptográficas estatales.

El gobierno informó discretamente al FMI que había dejado de comprar Bitcoin en febrero de 2025, pero ocultó esa información al público. En cambio, el presidente Bukele y la Oficina Nacional de Bitcoin continuaron publicando en redes sociales como si aún estuvieran adquiriendo Bitcoin diariamente.

El nuevo informe del FMI publicado en julio de 2025 reveló que no había habido nuevas compras públicas de Bitcoin durante meses. Una carta adjunta a la revisión declaraba que “el stock de Bitcoins en manos del sector público permanece sin cambios”. Peor aún, estaba firmada por el presidente del banco central y el ministro de finanzas del país.

Un pequeño pero revelador detalle en la nota al pie número nueve revelaba que el aumento en la reserva de Bitcoin de El Salvador provenía de transferencias de Bitcoin existentes entre billeteras y no de nuevas compras o ganancias de mercado. En resumen, el gobierno simplemente estaba moviendo Bitcoin entre sus propias billeteras, reorganizando sus tenencias sin agregar nada nuevo.

El gobierno siguió cuidadosamente las reglas del FMI para desbloquear fondos y mantener satisfechos a los acreedores, mientras fingía ante el público que seguía plenamente comprometido con Bitcoin y las compras diarias.

Líderes fingieron compras de Bitcoin para asegurar un préstamo de $1400 millones

¿El gobierno engañó deliberadamente al público sobre la compra de Bitcoin o simplemente utilizó una estrategia inteligente para obtener financiamiento mientras mantenía viva su imagen cripto? Esa es la pregunta central en la saga del Bitcoin de El Salvador.

Era evidente que el equipo del presidente Bukele y sus principales asesores financieros iniciaron las conversaciones con el FMI sabiendo que el préstamo requería grandes cambios en sus políticas de activos digitales. Sin embargo, continuaron haciendo declaraciones públicas que contaban una historia diferente, incluso después de aceptar los términos y confirmar el cumplimiento en documentos oficiales enviados al FMI a principios de 2025.

Los mensajes contradictorios del gobierno mostraron una clara estrategia: ganarse tanto al público como a los prestamistas globales. No solo cooperó con el FMI, aceptó condiciones estrictas y aseguró el préstamo de $1400 millones en privado, sino que también obtuvo más de $2000 millones adicionales del Banco Mundial y el BID.

El gobierno enfrentó presión pública para proteger su imagen cripto mientras cumplía con las exigencias del FMI entre bastidores. Bukele había utilizado Bitcoin para presentar a El Salvador como una nación audaz e impulsada por la tecnología que desafiaba a los poderes globales desde 2021. La historia atrajo la atención de los medios, turistas cripto y elogios de los partidarios de Bitcoin. Admitir que habían dejado de comprar Bitcoin o que estaban siguiendo las reglas del FMI podría dañar esa imagen, mostrar debilidad y cambiar su narrativa de rebelión a retirada.

Por esta razón, es probable que el gobierno haya optado por equilibrar la verdad y la imagen por necesidad política y económica, y no por malicia. Protegió su marca, energizó a sus seguidores y pospuso las consecuencias de cambiar de rumbo al mantener viva la historia de las compras de Bitcoin. También desbloqueó financiamiento vital, mantuvo la calma de los acreedores y evitó problemas económicos más profundos al seguir discretamente las reglas del FMI.

Esta doble estrategia ofreció recompensas a corto plazo pero se basó en una ilusión frágil que podría desmoronarse si la gente percibía la brecha entre lo que el gobierno decía y lo que realmente hacía.

La historia de El Salvador envía una advertencia a otros países

El Salvador nunca dijo que había dejado de usar Bitcoin, pero entre bastidores, silenciosamente permitió que partes clave de la historia se desvanecieran mientras seguía mostrando un fuerte apoyo en público. Esta doble estrategia funcionó por un tiempo porque el FMI obtuvo sus reformas y el mundo cripto siguió creyendo.

Pero en julio de 2025, el informe del FMI confirmó que el gobierno no había comprado Bitcoin desde febrero. Eso reveló la verdad y mostró cuán frágil era el experimento Bitcoin cuando se enfrentó a una verdadera presión económica.

El ejemplo de El Salvador es una advertencia para países de África, Sudeste Asiático y América Latina que consideran experimentos similares. Intentó liderar el camino en el uso de Bitcoin como política nacional, pero el audaz experimento dio paso a una silenciosa retirada cuando la deuda, los sistemas débiles y las demandas del mundo real golpearon. Bitcoin no fracasó porque la tecnología aún funciona. Pero sin transparencia, reglas sólidas e infraestructura confiable, el plan nunca estuvo construido para durar.

Esto plantea una pregunta más amplia: ¿Puede Bitcoin realmente funcionar como política nacional, o es demasiado inestable y arriesgado para perdurar? ¿Los gobiernos están realmente comprometidos con el cambio, o solo usan las criptomonedas para distraer al público, retrasar decisiones difíciles y pulir su imagen?

En el caso de El Salvador, el panorama es claro. Bitcoin trajo atención, impulsó la popularidad del presidente y creó una imagen de progreso. Pero una vez que esa imagen se derrumbó, el país aún estaba profundamente endeudado, dependiente de préstamos extranjeros y dejado para arreglar la confusión que ayudó a crear.

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