Los fabricantes europeos de automóviles celebran avances en vehículos eléctricos pero rechazan la prohibición de motores

Los jefes del automóvil europeo llegaron a Múnich con un mensaje público y otro muy distinto tras bastidores.

En el escenario, presumían de sus relucientes vehículos eléctricos. Entre bambalinas, fueron tajantes: la prohibición de motores para 2035 es inviable.

Los principales actores (Volkswagen, Mercedes-Benz y Stellantis) están aprovechando el salón del automóvil de esta semana para oponerse firmemente a la eliminación europea de motores de combustión. Ya no ocultan su frustración.

El CEO de Volkswagen, Oliver Blume, declaró: “Es poco realista esperar tener 100% vehículos eléctricos para 2035”, justo después de mostrar toda una flota de eléctricos a los periodistas. “Abogo firmemente por comprobaciones de realidad”, añadió.

Por su parte, el CEO de Mercedes-Benz, Ola Källenius, confesó a Bloomberg: “Es momento de hacer inventario sobre qué políticas han funcionado y cuáles necesitan ajustes. Estamos convencidos de que no hacer nada no es una opción”.

Gigantes del automóvil contra Bruselas por el plazo de 2035

La tensión aumenta antes de una cumbre en Bruselas este viernes. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se reunirá con líderes de la industria para escuchar sus preocupaciones. Y escuchará muchas. El ejecutivo de Stellantis, Jean-Philippe Imparato, lo dijo sin rodeos: “El plazo de 2035 no es alcanzable”.

No son quejas ligeras. Los fabricantes enfrentan un mercado europeo estancado, demanda inestable de eléctricos y competencia china que avanza rápidamente. BYD lidera ese ataque, ofreciendo modelos asequibles que las empresas europeas aún no pueden igualar.

Mientras tanto, políticos como el canciller alemán Friedrich Merz, cuyo partido se ha opuesto a la eliminación gradual, hablarán en Múnich haciendo eco de las preocupaciones de la industria.

Los fabricantes quieren que la UE permita más flexibilidad, incluyendo extender la vida de los “range extenders” (pequeños motores de gasolina que cargan la batería), más tiempo para híbridos, continuación de subsidios para eléctricos y reglas de seguridad más flexibles para vehículos pequeños.

Según ellos, no se trata de evadir objetivos climáticos, sino de dar tiempo a Europa para ajustarse sin colapsar la industria automovilística o entregar el mercado a China.

La UE bajo presión mientras se intensifica el debate climático

Los reguladores europeos y grupos ambientalistas se resisten. Afirman que diluir el objetivo de 2035 mataría la credibilidad climática de Europa, confundiría a los inversores y frenaría el crecimiento de tecnologías limpias.

Bruselas quiere demostrar su seriedad sobre abandonar los combustibles fósiles, y el sector automovilístico es un campo de batalla clave. Hay mucho más en juego que solo coches: la transición afecta a millones de trabajadores en Alemania, Francia e Italia.

Si los motores de combustión desaparecen demasiado rápido, las cadenas de suministro se romperán, el escenario pesadilla para las potencias industriales europeas. Pero para la UE, retrasar la prohibición significa quedarse aún más atrás frente a China.

La Comisión Europea ya está revisando sus objetivos climáticos para 2030 y 2035 en el sector automovilístico, con propuestas de cambios para el próximo año. Mientras tanto, la reunión del viernes en Bruselas promete ser tensa, con fabricantes y proveedores alineados para exigir a Von der Leyen más tiempo, flexibilidad y menos regulaciones.

El debate climático general también se está calentando. La Comisión ha propuesto una reducción de emisiones del 90% para 2040, pero no todos están de acuerdo. Francia quiere adelantar ese debate a la cumbre de líderes del próximo mes. Italia exige excepciones para biocombustibles como condición para aceptar el objetivo. Esto significa más retrasos, más negociaciones y más incertidumbre para la industria.

Así que mientras los fabricantes fingen avanzar a toda velocidad con los eléctricos, la verdad es que están frenando la eliminación gradual tras bastidores. Y no sutilmente: es una guerra de lobby en toda regla. De un lado, los mayores gigantes automovilísticos europeos. Del otro, reguladores de Bruselas que no quieren ceder primero.

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