Cuando un gigante de la Ivy League apuesta todo por Bitcoin, ¿deberíamos aplaudir el pensamiento innovador o cuestionar el costo de carbono?

La reciente fuerte posición de Harvard en BTC ha suscitado un acalorado debate, no por la estrategia de asignación en sí, sino por lo que los críticos llaman un desprecio imprudente por la responsabilidad ambiental. La enorme exposición en criptomonedas de la institución contrasta marcadamente con sus compromisos públicos de sostenibilidad, planteando incómodas preguntas sobre si los motivos de lucro están ahogando la conciencia climática en los venerados halls de la academia.