Estos días, el mercado financiero está realmente un poco surrealista: las bolsas estadounidenses y las criptomonedas han caído una tras otra, y ni siquiera los resultados trimestrales de Nvidia, que superaron las expectativas, han conseguido salvar la situación; al contrario, han desencadenado una oleada de ventas masivas.

Al fin y al cabo, la carrera de la IA está quemando dinero a un ritmo frenético. Los chips son solo el principio; el verdadero gasto está en ese suministro eléctrico astronómico que hay detrás. Los billones de dólares que los países han invertido hasta ahora quizá no sean más que una fracción del total: ¿queremos lograr una IA totalmente inteligente? La factura que viene después solo será más aterradora. El problema es que, hasta ahora, la IA aún no ha empezado a generar beneficios reales, pero la inversión ya ha superado la magnitud de la burbuja de Internet de antaño.

Estados Unidos ya ha quemado cerca de 2 billones de dólares en IA. ¿De dónde ha salido ese dinero? En parte, de la impresión descontrolada de dinero por parte del mercado bursátil, y en parte, depositando esperanzas en una bajada de tipos de interés: así, los billones de dólares que viven del diferencial saldrían a comprar activos. Pero la realidad es dura: en cuanto mejoran los datos de empleo en EE. UU., las esperanzas de una bajada de tipos se desvanecen aún más. Además, como la rentabilidad de la IA sigue sin despegar, los fondos globales han empezado a reconsiderar el riesgo y la fiebre inversora ha disminuido visiblemente.

Cuando Wall Street estornuda, el resto del mundo tiembla. Esta vez no es diferente: con la caída de las bolsas estadounidenses, el mercado de las criptomonedas también ha salido perjudicado. El efecto dominó es evidente, ¿acaso el sector cripto puede salir ileso? Difícil.