Imagina a niños creciendo con cuidadores de IA: suena increíble, ¿verdad? ¿La ventaja? Cada niño podría experimentar un nivel de cuidado personalizado que antes solo disfrutaba la realeza. Educación a medida, nutrición perfecta, atención constante.

Pero aquí está el problema. Al igual que esos príncipes y princesas encerrados en sus jaulas doradas, existe un riesgo real de aislamiento. Cuando los algoritmos lo gestionan todo, ¿dónde encaja la auténtica conexión humana?

La paradoja es fascinante: la tecnología podría ofrecernos una perfección material mientras nos roba silenciosamente algo insustituible: el calor desordenado e impredecible de ser criados por humanos imperfectos.