En cuanto salen los datos clave del PCE, los nervios del mercado se tensan al máximo: este es el indicador de inflación que más vigila la Reserva Federal y determina directamente el flujo de capitales.

Veamos primero el escenario de datos por encima de lo esperado. Si el valor anterior y la previsión están anclados en el 2,9%, ¿y de repente la cifra sale en 3,0% o incluso más alta? Entonces la historia se complica. El mercado inmediatamente tilda a la Fed de “hawkish”: ¿bajada de tipos? Ni pensarlo, es posible que incluso haya que esperar aún más. Acto seguido, el dólar se fortalece, la rentabilidad de los bonos del Estado sube y las acciones de crecimiento y tecnológicas, que suelen quemar mucho capital, se desploman en el acto.

¿Y al contrario? Si los datos salen por debajo del 2,9% o justo en línea con las previsiones, el ambiente se relaja al instante. En cuanto se percibe una señal de que la presión inflacionista remite, vuelve a cobrar fuerza el guion del “aterrizaje suave” y aumentan las expectativas de recortes de tipos. En este ambiente, los activos de riesgo —ya sean acciones o criptomonedas— suelen poder respirar e incluso protagonizar un rebote. El dólar, por el contrario, podría debilitarse y el capital empieza a buscar oportunidades más agresivas.

En resumen, una sola cifra puede mover todas las expectativas y ajustes de posiciones en el mercado.