Últimamente ha habido cierto revuelo en torno a una propuesta bastante interesante. Se dice que el tipo que dirige esa empresa de coches eléctricos ha estado dándole vueltas a la idea de permitir que sus accionistas actuales puedan participar en su aventura espacial. Al parecer, lleva un tiempo debatiéndose sobre cómo abrir el acceso al capital de esa compañía aeroespacial.

La lógica parece bastante sencilla: ¿por qué solo unos pocos privilegiados deberían tener exposición al negocio espacial cuando está claro que hay apetito por parte de la base inversora del sector automovilístico? Incluso ha planteado la posibilidad de sacar eventualmente la empresa espacial a bolsa, aunque fue rápido en reconocer que ese camino conlleva sus propios quebraderos de cabeza.

Es un dilema fascinante, la verdad. Por un lado, hay una demanda masiva tanto de inversores minoristas como institucionales que quieren participar. Por otro, se trata de mantener la flexibilidad operativa sin el circo trimestral de resultados. El equilibrio entre el acceso al capital y la independencia estratégica: el clásico dilema al que toda empresa de alto crecimiento acaba enfrentándose.