¿Qué separa a quienes construyen imperios de aquellos que permanecen atrapados en lo promedio? Según Sara Blakely, la mujer más joven hecha a sí misma multimillonaria en EE. UU., no es el talento ni las conexiones; es cómo piensas sobre el fracaso desde el principio.
El camino de Blakely hacia Spanx no estuvo pavimentado con victorias tempranas. Estuvo marcado por rechazos, desvíos y los tipos de primeros trabajos que parecían no llevar a ninguna parte. Sin embargo, cada contratiempo se convirtió en un peldaño. El secreto no era evitar el fracaso; era invitarlo.
La Mentalidad Que Cambió Todo
Antes de que Blakely construyera una marca de mil millones de dólares, su padre estaba construyendo algo más: su relación con el fracaso. Cada semana, en la mesa de la cena, él hacía la misma pregunta a sus hijos: “¿En qué has fracasado esta semana?”
Esto no estaba destinado a desmoralizarlos. En cambio, reconfiguró fundamentalmente la forma en que procesaban los contratiempos. “Mi padre me enseñó que el fracaso no se trata del resultado, sino de no intentarlo”, explicó Blakely en una entrevista con CNBC. “Eso cambió por completo mi enfoque hacia la toma de riesgos y el intento de cosas nuevas.”
Al normalizar el fracaso en lugar de temerlo, su padre le dio permiso para intentar lo imposible. Ese permiso se convirtió en su ventaja competitiva en los años venideros.
Primeros trabajos y el largo camino hacia Spanx
La carrera temprana de Blakely se asemejaba a muchos viajes emprendedores: llena de desvíos y casi aciertos. Inicialmente quería ejercer la abogacía, pero sus intentos en el LSAT no cooperaron. Luego siguió una audición para Disney: necesitaban a alguien más alto para interpretar a Goofy y le ofrecieron un papel de ardilla en su lugar. Ella declinó.
Lo que siguió fueron siete años vendiendo máquinas de fax puerta a puerta. Era un trabajo poco glamuroso, pero le enseñó algo invaluable: cómo manejar el rechazo. Cada “no” se convirtió en práctica para los inevitables “no” que enfrentaría como emprendedora.
La inspiración de Spanx llegó a través de la frustración personal. Notó una brecha en el mercado: el mundo de la ropa interior tenía opciones tradicionales o fajas de gran resistencia, nada intermedio. ¿Su solución? Cortar los pies de las medias con control de barriga y experimentar con modificaciones. Ese simple truco se convirtió en la base de lo que eventualmente se convertiría en una potencia global.
Por qué no saber era su mayor activo
La mayoría de las personas ven la falta de formación empresarial como un inconveniente. Blakely lo vio como libertad. “No había tomado una clase de negocios, no entendía el comercio minorista y no tenía formación formal”, dijo. “Como no sabía lo que supuestamente era imposible, simplemente lo intenté de todos modos.”
Esa ignorancia la protegió de las mil razones por las cuales Spanx no debería funcionar. No podía ver los obstáculos porque nadie se los había mostrado. Simplemente siguió adelante.
La línea conductora: Tomar riesgos con propósito
Al mirar hacia atrás, la historia de Blakely no se trata de suerte o de evitar el fracaso. Se trata de transformar por completo tu relación con él. Cuando el fracaso pierde su mordida, te vuelves capaz de asumir riesgos más grandes.
¿Los intentos fallidos del LSAT? La redirigieron hacia el emprendimiento. ¿Los primeros trabajos que nadie envidia? Le enseñaron resiliencia y cómo presentar ideas. ¿El disfraz de casi ardillita? Otro desvío en un camino que finalmente llevó a un lugar mejor.
Para los 41 años, Blakely había transformado Spanx en una marca internacional y se había unido a las filas de los multimillonarios, todo sin un título en negocios, conexiones en la industria o conocimientos internos. El hilo conductor a través de cada capítulo era su disposición a intentar cosas que podrían fracasar, extraer lecciones de lo que salió mal y seguir adelante.
Su padre plantó esa semilla décadas antes. Al convertir el fracaso en una conversación normal en la mesa en lugar de una fuente de vergüenza, equipó a su hija con el único activo que más importaba: el coraje de intentar. Ese coraje se convirtió en Spanx. Spanx se convirtió en un ecosistema de mil millones de dólares.
No es un mal resultado para alguien cuyos primeros trabajos incluían ventas de máquinas de fax y casi usar un traje de ardilla.
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De trabajos humildes a un éxito de mil millones de dólares: cómo Sara Blakely replanteó el fracaso
¿Qué separa a quienes construyen imperios de aquellos que permanecen atrapados en lo promedio? Según Sara Blakely, la mujer más joven hecha a sí misma multimillonaria en EE. UU., no es el talento ni las conexiones; es cómo piensas sobre el fracaso desde el principio.
El camino de Blakely hacia Spanx no estuvo pavimentado con victorias tempranas. Estuvo marcado por rechazos, desvíos y los tipos de primeros trabajos que parecían no llevar a ninguna parte. Sin embargo, cada contratiempo se convirtió en un peldaño. El secreto no era evitar el fracaso; era invitarlo.
La Mentalidad Que Cambió Todo
Antes de que Blakely construyera una marca de mil millones de dólares, su padre estaba construyendo algo más: su relación con el fracaso. Cada semana, en la mesa de la cena, él hacía la misma pregunta a sus hijos: “¿En qué has fracasado esta semana?”
Esto no estaba destinado a desmoralizarlos. En cambio, reconfiguró fundamentalmente la forma en que procesaban los contratiempos. “Mi padre me enseñó que el fracaso no se trata del resultado, sino de no intentarlo”, explicó Blakely en una entrevista con CNBC. “Eso cambió por completo mi enfoque hacia la toma de riesgos y el intento de cosas nuevas.”
Al normalizar el fracaso en lugar de temerlo, su padre le dio permiso para intentar lo imposible. Ese permiso se convirtió en su ventaja competitiva en los años venideros.
Primeros trabajos y el largo camino hacia Spanx
La carrera temprana de Blakely se asemejaba a muchos viajes emprendedores: llena de desvíos y casi aciertos. Inicialmente quería ejercer la abogacía, pero sus intentos en el LSAT no cooperaron. Luego siguió una audición para Disney: necesitaban a alguien más alto para interpretar a Goofy y le ofrecieron un papel de ardilla en su lugar. Ella declinó.
Lo que siguió fueron siete años vendiendo máquinas de fax puerta a puerta. Era un trabajo poco glamuroso, pero le enseñó algo invaluable: cómo manejar el rechazo. Cada “no” se convirtió en práctica para los inevitables “no” que enfrentaría como emprendedora.
La inspiración de Spanx llegó a través de la frustración personal. Notó una brecha en el mercado: el mundo de la ropa interior tenía opciones tradicionales o fajas de gran resistencia, nada intermedio. ¿Su solución? Cortar los pies de las medias con control de barriga y experimentar con modificaciones. Ese simple truco se convirtió en la base de lo que eventualmente se convertiría en una potencia global.
Por qué no saber era su mayor activo
La mayoría de las personas ven la falta de formación empresarial como un inconveniente. Blakely lo vio como libertad. “No había tomado una clase de negocios, no entendía el comercio minorista y no tenía formación formal”, dijo. “Como no sabía lo que supuestamente era imposible, simplemente lo intenté de todos modos.”
Esa ignorancia la protegió de las mil razones por las cuales Spanx no debería funcionar. No podía ver los obstáculos porque nadie se los había mostrado. Simplemente siguió adelante.
La línea conductora: Tomar riesgos con propósito
Al mirar hacia atrás, la historia de Blakely no se trata de suerte o de evitar el fracaso. Se trata de transformar por completo tu relación con él. Cuando el fracaso pierde su mordida, te vuelves capaz de asumir riesgos más grandes.
¿Los intentos fallidos del LSAT? La redirigieron hacia el emprendimiento. ¿Los primeros trabajos que nadie envidia? Le enseñaron resiliencia y cómo presentar ideas. ¿El disfraz de casi ardillita? Otro desvío en un camino que finalmente llevó a un lugar mejor.
Para los 41 años, Blakely había transformado Spanx en una marca internacional y se había unido a las filas de los multimillonarios, todo sin un título en negocios, conexiones en la industria o conocimientos internos. El hilo conductor a través de cada capítulo era su disposición a intentar cosas que podrían fracasar, extraer lecciones de lo que salió mal y seguir adelante.
Su padre plantó esa semilla décadas antes. Al convertir el fracaso en una conversación normal en la mesa en lugar de una fuente de vergüenza, equipó a su hija con el único activo que más importaba: el coraje de intentar. Ese coraje se convirtió en Spanx. Spanx se convirtió en un ecosistema de mil millones de dólares.
No es un mal resultado para alguien cuyos primeros trabajos incluían ventas de máquinas de fax y casi usar un traje de ardilla.