La excesiva rectitud, en realidad, es el resultado de haber sido domesticado durante demasiado tiempo. Es una estrategia de supervivencia desarrollada tras la domesticación. Cuando una persona siempre actúa con un sentido extremo de moralidad, es excesivamente amable, reprime sus emociones y no se atreve a expresar sus necesidades, a menudo lo llamamos demasiado bueno o demasiado sensible. Pero en psicología, este fenómeno puede ser una adaptación de supervivencia, una característica de personalidad de excesiva rectitud que se desarrolla en un entorno de domesticación prolongada. Es un estado de represión interna y obediencia externa, comúnmente manifestado en el perfeccionismo moral, donde se imponen requisitos morales de santo a uno mismo, mientras se permite la imperfección en los demás. Es un secuestro moral internalizado. La represión emocional, que considera emociones normales como la ira, la injusticia, la envidia, como inmadurez o incluso vergonzosas, forma un mecanismo de negación emocional. La sumisión aprendida, eligiendo el silencio incluso cuando es explotado, sin atreverse a resistir o rechazar, está impulsada por un profundo miedo al conflicto y al abandono. Esta estructura de personalidad, en esencia, sacrifica la seguridad personal para obtener reconocimiento y pertenencia a cambio de una imagen de buena persona.
La sobre-domesticación es una intersección de cultura y trauma. ¿Quién es más susceptible a la domesticación? Las personas altamente sensibles, con una fuerte capacidad de empatía, son más propensas a absorber las emociones externas. Mujeres y grupos marginales: bajo la presión de los roles de género tradicionales y la marginación social, se les enseña a ser sumisas, a no causar problemas y a sacrificarse. Aquellos que crecen en un contexto cultural de Asia Oriental: el colectivismo enfatiza la armonía y la cultura del 'face', la expresión individual se ve comprimida. Estos grupos a menudo experimentan control emocional, violencia pasiva o educación basada en la vergüenza durante su desarrollo, gradualmente considerando la obediencia como la única forma de supervivencia. ¿Cuál es el costo psicológico de esta domesticación? La auto-alienación se llama falso yo: te vuelves hábil en representar la imagen que otros esperan de ti, pero cada vez sabes menos quién eres. A largo plazo, esto puede provocar vacío existencial, ansiedad y colapso de la identidad. Ataques implícitos: incapaces de enfrentar la ira, expresan resistencia de manera indirecta a través de la procrastinación, la evasión y el tratamiento frío. Pero este enfoque debilita las relaciones y el poder personal. Depresión crónica y sensación de impotencia: reprimir las necesidades reales durante mucho tiempo puede suprimir la vía de dopamina del cerebro, lo que lleva a una baja motivación, entumecimiento emocional y a un estado de funcionamiento normal pero con un vacío interno.
De la sumisión al camino de la subjetividad de la elección. Despertar cognitivo: identificar y cuestionar el guion de domesticación, escribir lo que realmente crees que debería ser: como "no puedo decepcionar a los demás, debo ser razonable". Desafiar con métodos de terapia cognitivo-conductual: ¿es realmente esta creencia absolutamente correcta? ¿Aplica a todas las situaciones? ¿Hay una forma alternativa más suave de decirlo? Descongelamiento emocional: permitir la existencia de la sensación de falta y de enojo. La agresividad no es un pecado, sino una señal de límites personales. Comenzar a practicar la expresión desde el "no estoy de acuerdo", y luego avanzar gradualmente hacia el "no quiero esto" e incluso "estoy enojado". Se sugiere complementar con meditación de atención plena o escribir un diario emocional, entrenando gradualmente el reconocimiento y la denominación de las emociones.
Experimento de comportamiento: Practica el egoísmo saludable y haz algo que a los demás no les guste pero a ti te guste, como rechazar una invitación o priorizarte a ti mismo. Utiliza la idea del aprendizaje reforzado en el conductismo: observa la retroalimentación real y rompe con la imaginación catastrófica. Reconstruye tu sistema de valores: de lo que los demás esperan de mí a lo que yo quiero, si nadie me juzga, ¿cómo quiero vivir? Pregúntate: la terapia existencial enfatiza la libre voluntad y la responsabilidad del ser humano, ayudándonos a salir del guion de la obediencia y a vivir elecciones significativas. ¡Conviértete en una persona completa, no en una herramienta obediente! La domesticación permite que los humanos colaboren, pero la domesticación excesiva hace que se pierda el alma. La verdadera madurez no es ser un santo sin defectos, ni una bestia indomable, sino ser una persona completa que puede amar a los demás y a sí misma, que puede ser suave y firme a la vez. Cada vez que dices 'no' o expresas ira, estás declarando al mundo: soy una persona con humanidad, no solo una función.
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La excesiva rectitud, en realidad, es el resultado de haber sido domesticado durante demasiado tiempo. Es una estrategia de supervivencia desarrollada tras la domesticación. Cuando una persona siempre actúa con un sentido extremo de moralidad, es excesivamente amable, reprime sus emociones y no se atreve a expresar sus necesidades, a menudo lo llamamos demasiado bueno o demasiado sensible. Pero en psicología, este fenómeno puede ser una adaptación de supervivencia, una característica de personalidad de excesiva rectitud que se desarrolla en un entorno de domesticación prolongada. Es un estado de represión interna y obediencia externa, comúnmente manifestado en el perfeccionismo moral, donde se imponen requisitos morales de santo a uno mismo, mientras se permite la imperfección en los demás. Es un secuestro moral internalizado. La represión emocional, que considera emociones normales como la ira, la injusticia, la envidia, como inmadurez o incluso vergonzosas, forma un mecanismo de negación emocional. La sumisión aprendida, eligiendo el silencio incluso cuando es explotado, sin atreverse a resistir o rechazar, está impulsada por un profundo miedo al conflicto y al abandono. Esta estructura de personalidad, en esencia, sacrifica la seguridad personal para obtener reconocimiento y pertenencia a cambio de una imagen de buena persona.
La sobre-domesticación es una intersección de cultura y trauma. ¿Quién es más susceptible a la domesticación? Las personas altamente sensibles, con una fuerte capacidad de empatía, son más propensas a absorber las emociones externas. Mujeres y grupos marginales: bajo la presión de los roles de género tradicionales y la marginación social, se les enseña a ser sumisas, a no causar problemas y a sacrificarse. Aquellos que crecen en un contexto cultural de Asia Oriental: el colectivismo enfatiza la armonía y la cultura del 'face', la expresión individual se ve comprimida. Estos grupos a menudo experimentan control emocional, violencia pasiva o educación basada en la vergüenza durante su desarrollo, gradualmente considerando la obediencia como la única forma de supervivencia. ¿Cuál es el costo psicológico de esta domesticación? La auto-alienación se llama falso yo: te vuelves hábil en representar la imagen que otros esperan de ti, pero cada vez sabes menos quién eres. A largo plazo, esto puede provocar vacío existencial, ansiedad y colapso de la identidad. Ataques implícitos: incapaces de enfrentar la ira, expresan resistencia de manera indirecta a través de la procrastinación, la evasión y el tratamiento frío. Pero este enfoque debilita las relaciones y el poder personal. Depresión crónica y sensación de impotencia: reprimir las necesidades reales durante mucho tiempo puede suprimir la vía de dopamina del cerebro, lo que lleva a una baja motivación, entumecimiento emocional y a un estado de funcionamiento normal pero con un vacío interno.
De la sumisión al camino de la subjetividad de la elección. Despertar cognitivo: identificar y cuestionar el guion de domesticación, escribir lo que realmente crees que debería ser: como "no puedo decepcionar a los demás, debo ser razonable". Desafiar con métodos de terapia cognitivo-conductual: ¿es realmente esta creencia absolutamente correcta? ¿Aplica a todas las situaciones? ¿Hay una forma alternativa más suave de decirlo? Descongelamiento emocional: permitir la existencia de la sensación de falta y de enojo. La agresividad no es un pecado, sino una señal de límites personales. Comenzar a practicar la expresión desde el "no estoy de acuerdo", y luego avanzar gradualmente hacia el "no quiero esto" e incluso "estoy enojado". Se sugiere complementar con meditación de atención plena o escribir un diario emocional, entrenando gradualmente el reconocimiento y la denominación de las emociones.
Experimento de comportamiento: Practica el egoísmo saludable y haz algo que a los demás no les guste pero a ti te guste, como rechazar una invitación o priorizarte a ti mismo. Utiliza la idea del aprendizaje reforzado en el conductismo: observa la retroalimentación real y rompe con la imaginación catastrófica. Reconstruye tu sistema de valores: de lo que los demás esperan de mí a lo que yo quiero, si nadie me juzga, ¿cómo quiero vivir? Pregúntate: la terapia existencial enfatiza la libre voluntad y la responsabilidad del ser humano, ayudándonos a salir del guion de la obediencia y a vivir elecciones significativas. ¡Conviértete en una persona completa, no en una herramienta obediente! La domesticación permite que los humanos colaboren, pero la domesticación excesiva hace que se pierda el alma. La verdadera madurez no es ser un santo sin defectos, ni una bestia indomable, sino ser una persona completa que puede amar a los demás y a sí misma, que puede ser suave y firme a la vez. Cada vez que dices 'no' o expresas ira, estás declarando al mundo: soy una persona con humanidad, no solo una función.