Un mes sin mirar el mercado y al volver a revisar los datos de $FIL, casi me quedo atónito. La comunidad está llena de lamentos, y los números son aún más duros: solo quedan 1063 mineros activos, y la potencia de hash efectiva en toda la red ha caído por debajo de 20 EiB.

¿Y lo más aterrador? En el círculo empiezan a especular si los creadores del proyecto también están jugando a esa estrategia de la "noche previa a la explosión de Luna". Incluso aquellos antiguos fans leales y los que solían hacer llamadas de compra ahora cambian de tono y empiezan a insultar. Esto no es en absoluto una "regreso del rey", en realidad es una "reunión en las ruinas".

Al ver cómo FIL se va hundiendo paso a paso, en realidad no tengo muchas ganas de hacer compras baratas, más bien me siento aliviado. Me alegro de haber salido de esos proyectos que dependen demasiado de narrativas, que tienen ciclos fuertes y cuya salud ecológica genera dudas, justo cuando el viento empezó a cambiar. En su lugar, he invertido en sectores más sólidos y que tienen más posibilidades de durar.

Últimamente estoy mirando algunos proyectos de infraestructura DeFi. Este tipo de cosas no te prometen cosas como "el almacenamiento descentralizado cambiará el mundo" — esas grandes promesas que tardan una década en verificarse. Se centran en resolver un problema real y tangible: ¿cómo hacer que tu dinero, mientras buscas ganancias, pueda mantener el capital y a la vez ser flexible?

Esa es la diferencia. Cuando los mineros de tokens de almacenamiento huyen y la potencia de hash colapsa, ¿qué hacen los proyectos con futuro? Construyen una infraestructura subyacente que hace que los activos sean más seguros y que la valorización sea más eficiente. Esa es la verdadera esencia de sobrevivir a los ciclos alcistas y bajistas.

De "el storytelling es rey" a "la utilidad es rey", esa es la transición más clara en el paradigma del mercado actual. La historia nos dirá qué será del destino final de esas viejas infraestructuras que solo saben contar historias.