Una madre china en Estados Unidos dice: El día que estaba en la puerta de la escuela, vi a un niño haciendo fila en silencio, sin pelear ni hacer ruido, como una muñeca, y sin pensarlo mucho, le dije: "Tu hijo es muy obediente". La expresión de los padres del niño cambió claramente, no de alegría, sino una especie de incomodidad sutil. Al volver a casa, seguía pensando, ¿en qué me equivoqué exactamente? Luego, hablando con la maestra sobre esto, ella explicó que no solemos usar "obediente" para evaluar a los niños, porque eso más que nada evalúa la obediencia, no al niño en sí. En ese momento, de repente me di cuenta de que, en mi impresión, elogiar a un niño por ser obediente era para que los adultos estuvieran tranquilos, pero aquí lo que importa más es si el niño tiene sus propios sentimientos y límites. No es de extrañar que la maestra a menudo diga que el niño tiene muchas ideas, que se atreve a expresar opiniones diferentes, que sabe lo que no quiere. Resulta que no fue falta de educación de mi parte, sino que todavía llevo los estándares de evaluación de otra cultura. Lo que elogiamos en los niños es que hagan sentir cómodos a los adultos, pero ellos ven si el niño puede ser él mismo.